Observando mi día en forma detallada, desde la mañana hasta la noche, me di cuenta que aquellas 24 horas representaban la vida misma.
Si por un día pudieras desligarte de tu cuerpo y observarte como si estuvieras viendo una película o una especie de documental sobre la vida del ser humano, te darías cuenta que cada día que se nos presenta y luego se despide, es como la vida misma.
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La vida es un pequeño regalo que recibimos cada día |
El despertar, con el sueño, los ojos entreabiertos y un poco débiles como viendo la luz por primera vez, es el nacimiento.
Conforme nos levantamos de la cama, caminamos algo torpemente, razonamos algunas cosas, casi nada. Nos aseamos. Nos cambiamos. Tomamos desayuno. Ahí nos despertamos un poco más. Pensamos más y nos preparamos para salir al mundo. En esa hora de reloj, un poquito más o un poquito menos, simboliza lo que sucede en nuestra vida en unos 2, 4 o 6 años.
Salimos al mundo en un día nuevo para aprender, correr, disfrutar, sufrir, preocuparse, alegrarse, amar, vivir... o en otras palabras a cursar, trabajar, etc... Lo que hagamos en esas 6, 8, 10 o 12 horas siguientes es lo que nos pasa en 10, 20, 30 o 40 años.
El regreso a casa puede significar nuestra jubilación. Una vez ahí, haces todo lo que quisiste hacer en el tiempo que estuviste fuera. Aprovechar un poco de ese tiempo libre. Descansar, ver una película, charlar con alguien, como también podrás seguir preparado y estudiar un poco más, avanzar proyectos. Esto es lo que nos pasará en la vejez, con el cansancio acumulado del día y de toda la vida como estudiante o trabajador, éste es el momento para aprovechar el tiempo que tengamos libre y hacer cosas que se nos quedaron relegadas en el tiempo en que vivíamos ocupados. Esas 2, 4 o 6 horas representarán nuestra última etapa de la vida.
En algunos casos el día se nos pudo haber pasado rápido, como volando o quizás no tanto.
Poco a poco nos irá dando sueño, hasta dormir profundamente. Por suerte, hoy, al dormir tendremos la certeza que tendremos un siguiente día por disfrutar. Lo importante es considerar cada día que tenemos como fotogramas de una película de nuestra vida entera que nosotros mismos dirigimos, filmamos y actuamos.
Una película dura aproximadamente 1 hora y media. Son 90 minutos. 5400 segundos. 24 fotogramas por cada segundo de filmación.
Nuestra vida se cuenta en muchos años. Muchos más días. Muchísimas horas. Muchísimos más minutos. Casi incontables segundos. Y millones de fotogramas...
- Un buen director se encargaría de que cada escena de la película se encuentre perfecta, que cada detalle importante, hasta lo más mínimo, se muestre y haría que cada fotograma valga.
- Un buen camarógrafo captaría cada escena como si fuera una última toma con toda la emoción de la primera, haría una combinación de cuadros, enfoques y visiones para tener la mejor perspectiva de los detalles y haría que cada fotograma valga.
- Un buen actor cumpliría su papel de forma excepcional, no es un traje y corbata el que se pondría y sacaría, sino que viviría su personaje, sentiría, disfrutaría, reiría, lloraría. Diría lo que tiene que decir. Haría lo que tiene que hacer. Haría que cada fotograma valga.
Probablemente no ganaríamos un Oscar (o quizás sí), pero a quién le importa eso cuando miras hacia atrás, luego ves el camino que queda por recorrer y puedes decir a esa altura: Valió la pena y seré Feliz. Y luego sigues caminando.
Nosotros como directores, camarógrafos y actores de nuestra vida y el guión que escribimos constantemente, debemos lograr que cada día, como nuestra vida en su totalidad, tenga una razón de ser. Aprendamos más. Sonriamos más. Vivamos más. Disfrutemos más. Dejemos huellas.
De la misma manera en que nuestra vida entera cuenta con un sentido, sería ideal que cada día también lo tenga. Así, nuestra vida no será contada en años, días, horas, minutos o segundos, sino en fotogramas que supimos colocar cuidadosa y laboriosamente, que al mismo tiempo supimos apreciar y disfrutar, y que finalmente nos ayudó a aprender, crecer, a vivir.