domingo, 22 de enero de 2012

En busca del atardecer perfecto

Un sábado agarré la bicicleta después de muchos años y salí en busca del atardecer perfecto.

A las pocas pedaleadas, no sé si será por la falta de físico o la bicicleta (o ambas), sentí el esfuerzo de las piernas y sabiendo de los varios kilómetros que tenía que recorrer ida y vuelta, la idea de volver a casa estuvo rondando mi cabeza en esa primera parte del camino, pero fue más fuerte el deseo de ver un atardecer en el mar, mi atardecer perfecto, y seguí pedaleando.

El mar y el sol me recibieron así:


Aunque pensé quedarme ahí, seguí pedaleando hasta que llegué aquí:


Más adelante me esperaba un lugar mejor, finalmente llegué allí:


Luego de tanto tiempo pude encontrarme con un atardecer puro, de esos que se esconden no entre edificios o casas, sino de aquel sol que parece que besara lentamente al mar. 


Y pedí un deseo a esa primera estrellita de la noche.

Un atardecer perfecto.