Hace unas semanas me quejaba de la desfachatez (cinismo, descaro, desvergüenza, frescura, insolencia, atrevimiento, osadía) que pueden tener algunas personas por un
hecho pequeño, pero simbólico que me pasó en el subte volviendo de la facultad.
Hoy, luego de la misma rutina, pero en el tren de regreso en el que iba, subió una señora de avanzada edad. Apenas entró, un señor se levantó del asiento y se lo cedió. El tren avanzaba y en una parada la ancianita se levanta como tratando de adivinar en qué estación estábamos. Un señor que estaba cerca a la puerta, sin que ella se lo preguntara, le indica la estación - "Tribunales", le dijo.
Yo estaba apoyado contra la pared del tren, en medio de las dos puertas y veía cómo la ancianita en el tren ya en movimiento trataba de equilibrarse con dificultad para mantenerse en pie, enseguida la tomé del brazo en todo ese trayecto (unos 30 segundos) hasta la próxima estación que era en la que iba a bajar.
Me dijo: "
A las personas de esta edad se les hace difíciles muchas cosas". Y yo, recordando todo lo que sucedió alrededor gracias a su presencia, le dije: "
Pero son capaces de sacar lo mejor de nosotros."
Justo en ese momento el tren que ya se había detenido, abrió sus puertas y la ancianita me agradeció, le deseé un buen día y salió. Ya desde afuera nos saludó con una mirada cariñosa y una amplia sonrisa al que le cedió el asiento, al que le indicó la estación y al que la tomó del brazo.
Le agradezco a aquella señora por hacerme ver que en este mundo hay gente que hace la diferencia entre tantos grises, no sólo ella, sino también por todas las personas que la rodearon brindándole cortesía, respeto, amabilidad y calidez humana. Algo que aparentemente escasea, pero si nos fijamos bien, existe.
A pesar de todo, felizmente, ¡Hay Gente Linda en el Mundo!